jueves, 6 de noviembre de 2008

Soneto

Aunque cualquier forma poética me gusta, la verdad es que al soneto le tengo un especial cariño. Puede ser que, como al Caballero de la triste figura, el exceso de lecturas de Quevedo y Góngora sea el causante de tamaño desvarío.
De todos modos, lo que está claro es que se trata de una de las estructuras poéticas más elaboradas (en mi opinión), con sus potentes rimas consonantes, sus endecasílabos encadenadas al modo clásico (abba abba cdc dcd) y la musicalidad que le otorga la acentuación de las sílabas 6ª y 10ª.
Pues ahí va un ejemplo:


Del barro, Dios, tu cuerpo ha modelado
consiguiendo una suave anatomía.
Yo exploro tu dulce geografía
al despertar, y estás siempre a mi lado.

El calor que tu carne me ha dejado,
cuando tu piel se funde con la mía,
me abrasa, pero al tiempo me confía
como fuego de amor enamorado.

Quedándome finalmente vencido,
al guión de tu ritmo me someto,
a tu exacta cintura me he ceñido.

Mi avaricia saturas por completo,
y en respuesta de un ser agradecido
te dedico este explícito soneto.

No hay comentarios: