Es muy difícil contar las estrellas que hay en el cielo,
y saber lo lejos que están,
y si alguien, desde alguna de ellas, nos está mirando.
Pero es muy fácil, en las noches de verano,
tumbarse sobre la hierba fresca
y contemplarlas mientras corren y se apagan,
y dejar que nuestros sueños vuelen hasta ellas.
Es muy difícil saber cuánta agua hay en el mar,
y los animales y plantas que habitan en sus fondos,
y dónde estarán mañana las gotas que me bañan hoy.
zambullirse en sus aguas saladas que enrojecen los ojos,
y buscar tesoros escondidos por piratas barbudos,
y sirenas que cantan con sus ojos tristes.
que suba y que baje y que de vueltas sin parar,
y que no caiga al suelo con sus hilos enredados.
dejar que nuestros sueños suban por sus hilos hasta el final,
y soltarlos entonces para que vuelen como palomas,
y que se enreden con los sueños de los otros.
sin estropear sus ramas y sus hojas,
y sin que los pájaros se asusten y se vayan de sus nidos.
tumbarse bajo su sombra oscura y cerrar los ojos,
oír el sonido de sus hojas mecidas por la brisa,
y dejar que el canto de los pájaros acompañe los sueños.
y si algún día se podrá olvidar,
y volver atrás el tiempo para que no hubiera pasado.
mirar a los ojos y pedir perdón,
y dejar que las lágrimas limpien el corazón roto,
y soñar que nos damos la mano para seguir caminando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario